Aula de psicodrama
lunes, 30 de diciembre de 2013
Vendidos...
viernes, 27 de diciembre de 2013
Las maestras de la república
Por Enrique Cortes.
Ayer estuve viendo la peli que dirige Pilar Pérez, precisamente en un año en que andamos realizando el cineforum sobre la educación.
La pelicula narra, a través de testimonios y de imágenes de archivo inéditas así como la creación de una maestra de la época, el legado de las maestras republicanas que hoy cobra una nueva dimensión, o no tan nueva, en la defensa de la educación.
La pelicula nos traslada al momento histórico que vivieron estas docentes permitiéndonos conocer su participación en la transformación social de nuestro país a través de la educación.
Las maestras de la república son las grandes olvidadas, sus nombres, su trabajo e ideales fueron silenciados durante décadas y por eso es necesario recordar a todas aquellas que participaron en la conquista de los derechos de igualdad y en la modenización de la educación, defendiendo los derechos de la escuela pública, laica y democrática.
Una lucha que como podemos ver es de total actualidad.
domingo, 15 de diciembre de 2013
Psicodrama y flamenco
viernes, 13 de diciembre de 2013
Psicodrama y psicoanálisis
miércoles, 11 de diciembre de 2013
Demanda y necesidad
Psicodrama y verdad... ¿Qué verdad?
El juego. Espacio de elaboración
Por Carlos García Requena. Psicologo. Psicodramartista.
“El juego, en psicodrama, rompe con las dimensiones corporales y espaciales de la “realidad” grupal. Un juego siempre imaginario, que representa, que revive a los personajes, las escenas y los afectos ausentes.”
Winnicott, en su concepción del juego, habló sobre esa capacidad de crear un espacio intermedio entre lo que está afuera y lo que está adentro. Ese espacio transicional es uno de los pilares sobre los que se basa el psicodrama al proponer el juego como elemento de exploración, aprendizaje, elaboración de las temáticas conflictivas, etc. Al jugar, el niño crea un espacio intermedio donde puede desplegar su mundo interno e interaccionar con los objetos, lo que le permite elaborar situaciones, aprender, afinar habilidades, etc.
Freud advirtió también el potencial del juego como medio de elaboración psíquico. En su obra describe cierta observación relacionada con el juego que su nieto hacía con un carretel. A éste juego, Freud le llamo Fort-Da, y está considerado como la matriz del psicodrama.
El niño tenía 16 meses y prácticamente no hablaba. Cuando su madre se ausentaba, no lloraba. Solía arrojar lejos de sí todo tipo de objetos emitiendo un sonido prolongado “oooooohhh” al tiempo que sonreía pleno de satisfacción. Un día, Freud descubrió que el niño había construido un juego un poco más elaborado a partir de un carretel que tenía atado un hilo. El juego tenía dos tiempos:
Lo arrojaba desde la cama, gritando ese “ooooohhhhh”, que como afirmaba la familia significaba “fort” (partida-lejos)…
Y luego recogía el hilo y recuperaba el carretel con gran alegría, al tiempo que decía decía “da” (he aquí-acá).
Este era el juego completo de desaparición y retorno.
Nosotros consideramos que en el juego del carretel o fort-da descrito por Freud, está condensada la esencia del psicodrama, pues constituye la matriz simbólica sobre la que puede asumirse la pérdida. ¿Qué significa esto? ¿Qué significa el juego del fort-da?
Significa la posibilidad de simbolizar algo. ¿Simbolizar? Sustituir un objeto por otro. El carretel puede ser el equivalente a la madre, pero también de todo aquello que es susceptible de desaparecer, de ser perdido. Freud decía que la vida es un constante duelo y la enfermedad es la forma en que nos defendemos de asumir dichas pérdidas.
Mediante el juego, el niño puede ir elaborando sus afectos y sus deseos, canalizando una salida a la conflictividad de su mundo interno, una salida simbólica a la realidad que vive. El juego le permite al niño dejar de ser pasivo, le da la oportunidad de tomar parte activa en el proceso de asimilación de los pequeños o grandes traumas que todo desarrollo conlleva. Jugar ofrece la oportunidad de no quedar detenido, de dar salida a lo que no tuvo oportunidad de ser expresado. Es por tanto, un vehículo de expresión.
Cuando el niño juega a pelear, está simbolizando su impulso agresivo. Cuando juega a cuidar enfermos, desarrolla los afectos compasivos y amorosos con el otro. Todos recordamos esos documentales de la dos a la hora de la siesta donde los cachorros de cualquier especie juegan con sus hermanos a un juego que en realidad es un entrenamiento, un como sí del juego de la vida. El niño juega, y en ese movimiento aprende a vivir.
En psicodrama elegimos el juego, la dramatización como elemento de cambio, porque da la posibilidad de simbolizar, de poner en palabras y en acción aquello que permanece encerrado, creando conflicto, malestar y síntoma.
“En el psicodrama hablamos de una verdad trascendente que se halla más allá de lo que es obvio, ya que se trata de la puesta en escena, de manera no solo rememorada, sino también representada, de lo vivido”.
Hablamos de juego dramático cuando utilizamos la puesta en escena o la dramatización como vía de realización y de re-creación de la propia vida. Se trata de una puesta en acción de lo que se haya detenido, un jugar activo y voluntario con la finalidad de aprender, de crecer. Al movilizar lo que quedó estancado, se da la posibilidad de un movimiento de resolución.
El psicodrama es una invitación al juego. Un revivir, a través de la escena, algo que sucedió. Y al re-vivirlo, crear una nueva oportunidad de contemplar, ahora desde cierta distancia para poder comprender mejor. Esa distancia es lo necesario, alejarme, para poder acercarme de otra manera.
Se trata por tanto de dramatizar, para desdramatizar. De poner en escena lo que de otro modo quedaría en el imaginario, y ya sabemos, que es precisamente que es aquello que se imagina lo que nos aterra. En la medida en que podemos acercarnos a aquello que tanto miedo nos daba, que nos atrevemos a quitar la sábana al fantasma, nos damos cuenta de que debajo no hay nada. El psicodrama permite ese acercamiento y esa posibilidad.
Sin embargo, no todo juego vale. Moreno tuvo la intuición acertada de comprender el potencial del juego, pero su propuesta llevaba a los sujetos a una cierta realidad paralela de la que el psicodrama freudiano se desmarca. Podríamos pensar que podemos jugar a ser dichosos cuando no lo somos, o fantasear con que dijimos lo que en realidad no pudimos decir. Esto estaría bien desde el punto de vista de obtener cierta satisfacción catártica, pero sería crear una realidad que no existió. Es por eso, que en psicodrama freudiano se trabaja con la pérdida, con la falta. No se crean escenas restitutorias donde se transforma el final ni se busca el happy end. No se incita al sujeto a que haga lo que no hizo, sino que se le pregunta acerca de cómo es que no lo pudo hacer. Se trata de poder poner en palabras la dificultad, para ayudar al sujeto a ver qué le limita, y desde ahí, aceptando ciertos límites, poder ir más allá. En definitiva, se trata de simbolizar la pérdida para poderla asumir.
Asumir lo que no puede ser, para poder abrirse a lo que sí. Como veremos más adelante cuando hablemos de las identificaciones, el psicodrama tratará de romper con las identificaciones alienantes y permitir al sujeto más grados de libertad. Sin embargo, esto solo ocurre al precio de una renuncia, la renuncia que supone dejar de aspirar a ciertas cosas.
En un grupo con personas que llevan largo tiempo paradas, uno de los participantes cuenta cómo está cansado de llamar a tantas puertas y no recibir nunca trabajo. Al desplegar su discurso, recuerda cómo su madre se quejaba constantemente de cómo le iba con su padre. La queja une las dos escenas. Al representar una escena donde él escucha la queja de su madre en relación a su padre ausente, el protagonista toma conciencia de: “Tanto quejarse… ¿por qué no hace nada”… El animador le señala el lapsus… “por qué no hace nada”… en todo caso sería… “¿Por qué no hace algo?”. Esa puntuación le lleva a darse cuenta de cómo él tampoco hace nada… En realidad, se pasa el día en casa, buscando por internet ofertas de trabajo… Termina dándose cuenta de cómo a renuncia a la comodidad es una de las maneras de salir del atolladero en el que se encuentra (lo mismo que tenía atrapada a su madre).
En ésta viñeta observamos, varios aspectos importantes de la forma en que procede el psicodrama freudiano. Por un lado, cómo una escena (la actual, donde el protagonista cuenta cómo está cansado de llamar a tantas puertas) da lugar a otra escena (la familiar); el trabajo con la escena familiar permite tomar conciencia de una repetición y abre la posibilidad a una opción nueva, pero al precio de una renuncia. Por otro lado, observamos cómo el lapsus que comete el paciente sirve para acceder a otra realidad diferente que hace virar el discurso del paciente. En ese descarrilamiento, se despliega otra realidad donde el sujeto ya no es víctima, sino responsable de lo que le sucede. Del lapsus y otras manifestaciones del inconsciente, y debido a que son elementos esenciales en el psicodrama freudiano, hablaremos cuando pongamos atención en el discurso.
Como en el carretel de Freud, el juego permite un retorno, una escena pasada, un revivir lo que allí ocurrió y poner en el presente lo olvidado. Pero ese retorno nunca es el esperado. La escena trae consigo novedades, porque el recuerdo siempre es diferente, porque al contarlo, el animador cuestiona el discurso y lo abre a otros lugares, porque los protagonistas nunca se comportan tal cual sucedió en ese otro momento en el que el recuerdo quedó congelado, porque lo que se dice mueve siempre el punto de vista, etc. La escena se guardó de forma subjetiva, de manera que al contarse y vivirse otra vez, algo novedoso vendrá a un primer plano. Algo que sin duda aportará información importante.
En el proceso de dramatización que promueve el juego, algo deja de ser interno, para ser externo y observable, deja de ser imagen mental para ser palabra o acción. O mejor dicho, pasa de lo interno, a ese lugar que tampoco externo, que tampoco es la realidad, sino un intermedio que se despliega en el acto de jugar. Ese proceso de exteriorización es lo que conocemos como el paso desde lo imaginario a lo simbólico. Un ejemplo claro de esto lo vivimos constantemente: Todos hemos vivido cómo da vueltas un pensamiento sobre algo que nos ocurrió con otra persona, cómo quedamos martirizados por ese ruido mental por no asumir la responsabilidad de reconocer ante ese otro el punto en el que nos quedamos parados (por vergüenza, por miedo a escuchar lo que tememos, etc.). Ese dar vueltas imaginario lleva a crear teorías, a desplegar temores y fantasmas, etc. Si tenemos la oportunidad de hablar lo que sucedió con esa otra persona, aquello que imaginamos queda confrontado y todo el humo mental creado en torno al suceso queda despejado por una nueva realidad, por mala que sea. Hablar las cosas, ponerlas en palabras, y en definitiva, simbolizarlas, es la puerta de salida para el atrapamiento imaginario.
Vemos de nuevo cómo el cambio se produce por efecto del duelo, pues atreverse a perder aquello que se protegía a través del a vergüenza o el miedo es la puerta para cierta liberación del encadenamiento imaginario. El atrevimiento a plantear lo sucedido tiene que ver con la capacidad de pérdida.
Sin ir más lejos… ustedes tendrán preguntas… ¿por qué no las formulan? Unos no lo harán porque piensan que sus preguntas son absurdas. Otros creen que molestarán al plantear lo que creen que los demás saben. La pregunta queda en el imaginario, sin responder. Pero alguien corre el riesgo y plantea la cuestión. En ese momento, lo imaginario se rompe y las palabras abren la posibilidad de conocer algo nuevo, algo que hubiera quedado velado de no ser por el atrevimiento. El riesgo, la capacidad para asimilar la falta y asumir que hay algo que no se entiende, es lo que abre la posibilidad de entenderlo. Aquí vemos de nuevo un ejemplo de cómo es sobre duelo sobre lo que siempre se está trabajando.
martes, 10 de diciembre de 2013
Grupos y humanos
S.O.S. JUVENTUD EN PELIGRO
Edipo y angustia.
Memoria versus represión: La Identidad
8 comentarios:
- Anónimo9 de junio de 2010 15:04Aunque la lectura de este artículo me lleva hacia diversos lugares, no puedo resistirme en este momento a caer en la tentación de quedarme en lo que al poder curativo de la palabra en general se refiere. Y es que no sé si ese poder es real, ni tan siquiera si es cierto aquello que leí un día de que las palabras que curan "se transforman en bálsamo milagroso para quien sufre".Pero es que en el espacio de pocos días he leido este artículo y unos pocos fragmentos del Ensayo sobre el origen de las lenguas de Rousseau, y yo, persona más dada a la mirada y la escucha que a la palabra en lo que a lo fundamental se refiere, he quedado prendida en alguna de sus opiniones, acertadas o no, pues considera que llegó un momento que la vista y el oido quedaron como órganos pasivos del lenguaje, y que a pesar de que el lenguaje más energico es el del gesto significativo que ha dicho todo antes de hablar, la cuestión de mover el corazón es otra cosa, así los primeros gestos vinieron dictados por las necesidades, pero las pasiones (necesidades morales)fueron las que desencadenaron las primeras voces, de forma que de ellas vendrían las primeras lenguas.Y dice: no fue el hambre ni la sed sino el amor, el odio, la piedad y la cólera lo que desencadenó las primeras voces, se puede alimentar sin hablar, pero para mover a un corazón, para aplacar a un agresor injusto, la naturaleza dicta acentos, gritos, halagos, que fueron las palabras más antiguas inventadas...
Entre el uno y el otro empiezo a dudar, jolín, ¿tanto puede la palabra?.
- Confieso no haber leído el ensayo de Rousseau, y que tal vez tus comentarios me animen a ello. De entrada tan solo me puedo remitir a tus comentarios.No estoy de acuerdo que la vista y el oído sean órganos pasivos del lenguaje, creo que en esto coincidimos, lo que pienso es que todo aquello que se siente y padece por medio de la vista y el oído necesita expresarse y que la palabra es el mejor catalizador, de lo contrario actúa el cuerpo como síntoma.
También creo que es verdad, que todo aquello que no se simboliza queda en el plano de lo imaginario y uno puede caer en la esquizofrenia o en la paranoia: “yo pensaba que…”, “yo me imaginaba que…”, en definitiva en un total desencuentro.
Las primeras voces, el grito, el llanto…lo desencadenaron, a mi entender, la perdida de homeostasis producida por necesidades fisiológicas, el hambre; la cuestión es que al mismo tiempo que se sació el hambre vino de nuevo el equilibrio energético, la homeostasis, acto en el que se experimentó un placer y ahí sí entran las pasiones, el amor, el odio etc… y será a partir de ese momento que el sujeto se lance a la aventura de volverse a reencontrar con ese sentimiento placentero, es lo que se llama el DESEO; y lo demandamos como demandamos mediante el grito aquella mítica primera vez e imaginariamente lo creemos encontrar en los más diversos objetos y una vez más “mi gozo en un pozo” y vuelta a empezar… Es la vida.
¿Cómo salir de este atropamiento imaginario? Mediante lo simbólico, la palabra es fundamental, me hace saber quien soy y también quien eres tú…por cierto ¿Quién eres tú?
- Anónimo18 de junio de 2010 11:00No dudo que sea cierto que el hombre desde sus orígenes se haya pasado la vida dándose cabezazos contra lo que llamas DESEO, intentando volver a sentir lo que, supuestamente, le resultó placentero.
Tanto da que, como opina Rousseau, su primera palabra fuera "amadme" o "ayudadme", pues quizá la utilizó como grito necesario para traducir la demanda de una necesidad. ¡Difícil proceso!.
Y creo, que todavia hoy le cuesta al hombre traducir a palabras lo acaecido, lo sentido, lo pensado, lo deseado...Y también mirarse en el espejo de la historia y ver de lo que es capaz. Pero ello no es excusa para intentar acallar los gritos de reconocimiento de horrores vividos, en un intento de justificarlos, relegarlos al olvido, o cuando menos ignorarlos, ahogando sus voces, dejándolas vacias de palabras.Como decía contundentemente un filósofo contemporáneo -no recuerdo su nombre-: "Lo innombrado es lo ignorado".
Pero, ciertamente como dices, la verdad es la verdad, y, aparte subjetivismos, creo en una verdad objetiva que subyace en el fondo de todo, que no se puede diluir. Es como los posos del café, que, a poco que se remueva, pugnan por salir a la superficie, no quedando otra que tragarlos y atragantarse, o escupirlos lejos a la vista de todo el mundo. ¿Eso permitiría tomar el café tranquilamente?
Mantienes que quien vivió el horror tiene que volver narrable su experiencia. ¡Tarea difícil la de encontrar palabras y expresarlas!.Alejandra Pizarnik,habituada a ello, escribió este verso: "Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa".Después escribió: "Sin saber como ni cuando, he aquí que me analizo. Esa necesidad de abrirse y ver. Presentar con palabras. Las palabras como conductoras, como bisturíes. Tan sólo con las palabras. ¿Es esto posible?. Usar el lenguaje para que diga lo que impide vivir. Conferir a las palabras la función principal. Ellas abren. Ellas presentan. Lo que no diga será examinado. El silencio es la piel, el silencio cubre y cobija la enfermedad..."
No se si encontró las palabras adecuadas...
Y hablando de lo innombrado, preguntas:¿Quién eres tú?. Supongo que te refieres a cual es mi nombre. Te diré, aunque en ocasiones no me molesta en absoluto el anonimato, que mis padres me pusieron el de Mª Teresa.
- ¿Tanto puede palabra? Si, la palabra puede. La palabra es poder, y como dice la también poeta Blanca Andreu “afecta para bien y para mal". Después de nueve años sin escribir tras la muerte de su marido, el novelista Juan Benet, ella, la apasionadamente oscura Blanca, vuelve a la escritura diciendo: "Hay que tener mucho cuidado con lo que se escribe, porque después se vive". Algo que Pizarnik no llegó a comprender. Quiso usar la palabra para comprenderse, para profundizarse, para mostrarse, pero se olvidó (creo que lo ignoraba…) de que la palabra también crea, y con ella creó su muerte. Porque la palabra puede dar vida y quitarla. Por eso hablar no es todo. Usar la palabra no es todo. No basta con destaparla. Hay que prestar atención a lo que decimos con ella, hasta conseguir que nuestra palabra cree la vida que deseamos.
- Mª Teresa, me gustaría saber el nombre del libro que nombras de Alejandra Pizarnik.Gracias.Acabo de escuchar una entrevista en la radio, pronto se va a estrenar una pelicula-documental: "Para romper el silencio", creo que de German Breuer, trata de la historia familiar cuando su padre Carlos es asesinado por Pinochet...abrá que verla, según escuche por la radio este documental ha vuelto a unir a la familia, encerrada en el silencio tras la muerte de Carlos.Las palabras ponen y quitan, hay que saber escucharlas.La verdad se cuela a traves de las palabras como la luz por debajo de la puerta.
- Mª Teresa24 de julio de 2010 16:57No dudo de la certeza de las afirmaciones sobre la palabra, ya que, aunque no se mucho del tema, algo intuyo.
Y es que una noche como esta hace unos pocos años, hube de despedirme de una persona querida, despedida definitiva por cierto.Sólo unos días antes se habian hablado cosas que durante toda una vida habian estado afectándonos, y mucho, negativamente, sin plantearlas claramente.
Ahora creo que aquellas palabras, duras y por mi parte quizá hasta crueles, por cuando fueron dichas, posibilitaron en gran medida que pudieramos despedirnos con ternura, y que pueda recordarlo, aunque con dolor, con una cierta dulzura.
Amor, dolor, ternura, dulzura..., palabras, palabras...¿Habré de pensar que dormía mientras salian todas estas fantasias en el sueño de una noche de verano?
- Enrique Cortes28 de julio de 2010 00:05muchas despedidas son sin ternura, resultado quizas de duelos inatravesados y pendientes. Algunas veces por nuestra resistencia a dejarlos marchar, otras por el dolor que nos embarga.En realidad no creo que de lo que se trate es de depedirse con ternura, amor, ternura o dulzura, creo que lo que impide una buena despedida es lo NO DICHO, y que por lo tanto queda pendiente.El psicodrama es un buen lugar...
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