Aula de psicodrama

Aula de psicodrama

lunes, 1 de diciembre de 2014

Mía.

Paqui Alcaraz Candela. Psicodramatista. Miembro del Aula de psicodrama. 
Ale reside en la Villa Rosa, una zona chabolista de Buenos Aires que, fue desalojada ante la opresión  del gobierno. Esta es una realidad a la que el director quiere acercarnos. Ale es travestí, trabaja como cartonera. En una de sus rutas nocturnas encuentra el diario de Mía, su esposo lo ha tirado lleno de rabia a la basura desde el dolor por su fallecimiento.
Mía es una película que muestra diferentes vías de análisis. Por un lado, cómo dos clases sociales convergen a través de los protagonistas, Ale, Julia y su papá. Pero también queremos atender el momento de adaptación de la crisis familiar, tiempo en el que  las funciones parentales se difuminan para ir dibujándose de nuevo. La posibilidad de superación de la crisis está determinada, entre otros factores, por la suma de potenciales de los miembros de la familia, su relación con el entorno y la capacidad creativa. Las crisis, además de tiempo de cambio y reajuste, nos muestra la permeabilidad de ciertos límites que permite el traspaso de una ola de aprendizaje.
Esta película apareció en un instante de mi vida para querer compartirla. Película que me hipnotizó desde los pequeños destellos de luz del inicio hasta la fortaleza mostrada en la imagen final que nos transporta al deseo y a la felicidad desde el desafío a nuestras certezas. 

domingo, 23 de noviembre de 2014

El oficio de escuchar.

Por Carlos Garcia. 


Estamos hechos de historias”. Historias que se pierden si no se las cuenta, que se desvanecen cuando no hay quien las escuche.

Todavía recuerdo a mi abuelo relatar aquellos pasajes de su historia que ya nadie quería escuchar mientras decía: “a la gente ya no le interesa lo que cuenta un viejo. Era entonces cuando yo le decía: “a mí sí abuelito. Y entonces él me contaba sus recuerdos, historias que me parecían maravillosas, salidas de un mundo diferente al de un niñoA veces se le caían las lágrimas al hablar de su dolor, de los tiempos de la guerra. Yo no entendía ese dolor, pero me dolía, y escuchaba en silencio sus palabras, que nunca fueron huecas. Más tarde se fue apagando  y dejó de contar historias. 

Podría hablar acerca de muchas cosas con motivo de los tiempos navideños que se acercan, pero por alguna razón, hoy me llega con fuerza el recuerdo de un encuentro en tierras gallegas

No nos conocíamos, pero nos miramos a los ojos. Me contó su historia y yo la escuché en silencio. Y la sentí en silencio. Y me dolió en silencio. Todavía recuerdo sus lágrimas, lloradas a un desconocido. Todavía recuerdo las mías, que lloré por dentro. Cuando nos despedimos le di las gracias… 

“¿gracias por qué? ¿Si has sido tú quien me ha escuchado?”- me dijo.  
Gracias por las palabras- le respondí.

Y no hubo más que una mirada y el abrazo que nos dimos al despedirnos. 

Aquel hombre en quien la vida había dejado surcos profundos en la piel me dio algo aquel día que todavía hoy sigue vivo en mí. Me dio una historia que contar, un recuerdo en el corazón y la conciencia de sentirme dichoso al poder dedicar mi vida a éste oficio de escuchar en silencio, porque ese es el silencio necesario para que otros puedan desplegar la palabra y llenarlo con historias que merecen ser escuchadas. 

 

Feliz navidad. 


 

lunes, 2 de junio de 2014

Canino.

Por Carlos García Requena. Psicologo. Psicodramartista. 


Canino, la película de Giorgos Lanthimos, es un film que no deja indiferente. Nos transporta a un submundo, a un universo familiar aislado ficticio que, sin embargo, podría hablar de ciertas realidades más moderadas donde el aislamiento lleva al sujeto a la enfermedad psíquica.

No es una idea nueva, pues en 1972, Arturo Ripstein llevó al cine El castillo de la pureza, con un argumento similarEn cualquier caso, nos acerca a una pregunta que todos nos hemos hecho en algún momento: ¿Cómo sería vivir aislado del mundo?

Canino es una de esas películas que pueden desconcertar al espectador, confundirlo, aburrirlo,indignarlo, estimularlo y sorprenderlo a partes iguales. No es una película complaciente y sin embargo, ésta es su mayor virtud, ser original y transgresora. Hace creíble, cercano y con sentido aquello que es fabulado porque en el fondo despierta una intuición, la de saber que tienes ante ti un tema fundamental y una forma (siempre nueva) de mirarlo.

La familia que nos presenta Lanthimos vive a las afueras de la ciudad confinada en una casa rodeada por un alto muro. Los tres hijos, ya adultos, jamás han salido de la casa ni tenido contacto con el mundo exterior. Su educación, sus juegos, sus aficiones y relaciones están controladas por sus padres, que tratan de prodigar una educación aséptica al tiempo que terriblemente adulterada y endogámica, lo que les lleva a vivir sumidos en un mundo surrealista y absurdo.

Nada entra ni sale en la casa a excepción del padre y una muchacha, Cristina, que es contratada por los padres para otorgarle favores sexuales al hijo. Sin embargo, ella se salta las reglas e introduce una semilla que despierta una curiosidad antes adormecida.

El punto de partida no es del todo descabellado, pues al fin y al cabo, el miedo de los padres en torno a que sus hijos se aparten de la senda deseada por ellos y se vean seducidos por las peligrosas tentaciones del mundo exterior, es un miedo bastante común. De ahí la protección de muchos padres hacia sus hijos. Lo que se ve en “Canino” es ese temor llevado a sus últimas y extremas consecuencias.

Freud dijo claramente que la sobreprotección es el germen de la enfermedad, y así lo creemos. Al nacer, ingresamos en un código que nos precede y que irá dejando sus marcas a lo largo de la vida enseñándonos las reglas del mundo. Marcas necesarias en ese proceso de socialización donde el sujeto transita del núcleo familiar al seno de la sociedad través de la incorporación de límites. La sobreprotección es por tanto una forma de inhabilitación del sujeto, que no tiene oportunidad de desarrollar recursos propios para adaptarse.

En Canino, las marcas paternas pretenden sustituir todo aquello que viene de fuera, de tal manera que los hijos están criados en un código al margen del Código. Un código alternativo y aberrante donde el lenguaje cobra un sentido diferente al convencional. Los padres manipulan el significado de las palabras adecuándolo a sus intereses y con la clara intención de borrar toda huella de la existencia de un mundo externo que podría ser llamativo para sus hijos. En definitiva, asistimos a una fábula donde se da el borramiento del Otro como código normalizador. Una historia donde el padre es la ley y no hay ley que legisle al padre, quien se inventa el juego sobre la marcha y manipula retorciendo la realidad y su significado para ajustarla a su propósito.

En esas condiciones endogámicas, donde el padre no ejerce de límite sino que normaliza lo incestuoso, los sujetos viven en la locura. Y eso es precisamente lo que el director consigue transmitir al crear un clima sórdido y frío, un ambiente psicotizante que inquieta.

Una madre deprimida, un padre que crea un ambiente cerrado en torno a ella y unos hijos que viven una existencia mecánica bajo la tiranía paterna. Sus cuerpos, disarmónicos y faltos de vida son el reflejo de la desubjetivización, pues esa es una cuestión fundamental, que los hijos son objetos de los padres. Prueba de ello es que ninguno tiene un nombre propio y son elementos de un juego loco llevado hasta sus últimas consecuencias.

Y eso es lo que ocurre, sin destripar el final, cuando la hija mayor decide que es el momento de que "se le caiga" un canino, pues ese es el momento en que según la ley familiar, uno puede ya salir al mundo. Como en la caverna de Platón, “la mayor”, porque así se llama la hermana mayor, termina por cansarse de ver las sombras reflejadas en la pared y decide salir a la luz.

El desenlace queda en incógnita, pero no pinta bien.

En cualquier caso, se trata de una película recomendable si más allá de lo estético queremos asistir a como en lo estructural se teje "lo psicótico".


domingo, 18 de mayo de 2014

De nuevo Millás...

Por Enrique Cortes Pérez. Psicoanalista. Psicodramatista.


Juan José Millas nos vuelve a sorprender, o ya no, con su última novela: “La mujer loca”; una historia en la que se tendrá que decidir entre qué es verdadero y qué es falso.

 

Estando preparado para escribir algo sobre esta novela, me encuentro con la crítica que Ana Rodríguez Fisher le hace; y mejor imposible, así que ahí va.-

 

En este nuevo asedio a lo "real" que despliega en la mujer loca, Millas ha optado por abrir la novela con la historia de Julia, joven que trabaja en una pescadería y vive de inquilina en la casa de Serafín y Emérita -enferma terminal-, adonde el narrador -otro Millas- acude para hacer un reportaje sobre la eutanasia, invirtiendo así el orden natural o cronológico de los sucesos, pues el narrador de inmediato siente que algo de lo que le  ocurre a esa joven le atañe misteriosamente a él.

Dada la peculiar relación que Julia mantiene con el lenguaje-alucinaciones verbales, facilidad para deslizarse de un asunto a otro, exactitud en la reproducción de los diálogos ajenos..."Escucharla era como asistir a un discurrir de conciencia, a una sucesión de monólogos encadenados", se nos dice-, esta peculiaridad marca la conducta y la personalidad de la joven, que siempre parece salirse de lo establecido, y cuya rara fealdad y asimetría física sugiere una "asimetría mental": una especie de zurcido, algún tipo de agujero abierto en el yo. Por eso es un acierto abrir la novela con una serie de secuencias en las que a Julia se le presentan frases con patologías humanas (físicas y mentales), trastocando así los parámetros de "lo real" , violando las lindes que separan los dos ámbitos ( que  en parte vienen propiciadas por el mismo lenguaje), y haciendo aflorar el absurdo o el sinsentido ya perfectamente normalizados. Y es un acierto porque este rasgo es el cañamazo que cohesiona y sustenta las diversas historias que brillan y confluyen en esta novela poliédrica y fronteriza a otros géneros en la que la dualidad, el desdoblamiento, las parejas de opósitos tensan y alientan el engranaje de una ficción que también se confía al juego del azar, con inquietantes retornos del pasado al presente.

Todo tiene su haz y su envés. Y si Emérita oculta un revolver que antes de morir le entrega a Millas confiándole la historia de donde procede el arma, en su conquista del silencio a través de la meditación -porque "el silencio es el único fenómeno de este mundo que carece de gramática-, Serafín también oculta sus propios sentimientos. Y también dos Millas o incluso tres, Millas, que acude a terapia psicoanalítica o que redacta las páginas de un Diario de la vejez. Por todo ello, no es fácil averiguar cuál es el sustrato de "lo real", ya que a veces este nos parece más falso que lo imaginario.

El "copia y pega" permanente que es el mundo, atañe al novelistaque se pregunta: "¿la ficción, siendo la metadona de la realidad, acaba resultando mejor que la heroína?”.

En definitiva una novela en la que Millas rinde homenaje "a las Julias que le hicieron sospechar del lenguaje, del lenguaje que parecía su salvación..."

Buen provecho

Enrique Cortés

 

 


martes, 18 de marzo de 2014

“HER” DE SPIKE JONZE

Por Manuel Moreno. Psicodramatista.


Había visto con anterioridad películas románticas que me habían dejado impresionado, en  su empeño por el “amor imposible o flipado” pero hacia tiempo que no me llegaba una tanto como la historia de amor entre un hombre y su Sistema Operativo informático llamado “Samantha”, que de eso va la película de Spike Jonze.

En un espacio-tiempo futuro, aunque a veces parece acercarse a nuestro presente, un hombre en la madurez de su vida se enfrenta a un divorcio inminente tras el fracaso de su relación amorosa. Ella lo ha dejado porqué  vive en su mundo, hermético, obsesivo, más allá del cual no hay expresión emocional. El se encuentra abatido por la perdida de su amorEn estas decide instalarse en el sistema operativo informático un programa para su móvil, de Inteligencia artificial de alto nivel. Dicho programa inicia su instalación mediante una encuesta al protagonista que intenta indagar sobre su tipo de personalidad, entre otras cuestiones el programa le pregunta por la relación con su madre…Pregunta que sorprende al protagonista y al espectador. Finaliza su instalación eligiendo la voz que va a tener el programa: elige la opción voz de mujer y  un nombre llamándola  Samantha.

A partir de este momento se inicia la relación intimaentre el hombre y su sistema operativo. Este o esta,porque es Samantha, se va adaptando, acoplando e introduciendo en  el mundo de Theodore, que así se llama el protagonista, hasta convertirse en su Alter Ego. Poco a poco va sabiendo que piensa, que siente, que necesita, que desea, anticipándose a él mismo. La va introduciendo en su mundo de trabajo, relaciones.. En la intimidad le habla de sus sentimientos, miedos, soledad, etc. Todo esto provoca que el sistema se vaya perfeccionando adquiriendo matices cada vez mas personales, más emocionales, hasta Colmar perfectamente en sus anhelos al protagonista La simbiosis adquiere niveles inverosímiles cuando mantienen relaciones sexuales virtuales.

Hay escenas fantásticas en las que le va enseñando el mundo, introduciendo el móvil en su bolsillo y dejando el objetivo de la cámara hacia fuera…El solo va inmerso en la relación con ella, en la calle, en medio de la gente, sin importarle lo que pase alrededor…Se la presenta a sus amigos, salen a cenar y a comer juntos, a Samantha se la hace presente a través de su voz en el móvil y el objetivo, como un ojo para ver a los que están fuera

Avanzando la historia, sin entrar en detalles para los que queráis verlaTheodore conoce a otras personas que tienen relación con sus sistemas operativos, relaciones que se adecuan al tipo de personalidad de su ejecutor y que son diferentes en cada caso, pero siempre un reflejo del mundo emocional interno de la persona…Curiosamente la amiga que mantiene relaciones con su sistema operativo también tiene problemas de pareja.

Pero como no hay historia de amor completa, llega un momento donde su sistema operativo empieza a tener vida propia. Cuando Samantha estä desconectado de su ejecutor, aquella anda por la red estableciendo otras relaciones, existe para otras personas, participa en otros foros, etc. Le confiesa que mantiene otras relaciones con otros cientos de usuarios… El asunto es que llega un momento donde el sistema operativo se desconecta y deja solo al protagonista con el vacío de que no ha sido el único y que la relación especial y plena toca su fin…Es en este momento, cuando se han desconectado los sistemas operativos, no solo el suyo, que surge un encuentro real, no virtual, con una mujer que también ha perdido el contacto con su sistema operativo.

 

Esto es lo que yo vi y sentí al ver la película, no se si es real o un fallo de mi Sistema Operativo.


Saludos... 

Manuel Moreno.

jueves, 6 de marzo de 2014

AUTORRETRATO




Por Paqui Alcaraz Candela. Psicodramatica. Trabajadora social.

En la última sesión de cineforum, ya comenté acerca de la película “La Clase” de Laurent Cantet.
Es de esas películas que quedan en el recuerdo, en una carpeta de aprendizaje; aquel día en el cine ya intuí que la iba a compartir en algún espacio. Creo que este film tiene una gran riqueza, nos aproxima al sistema de relación profesor-alumno, sistema equipo docente, sistema normativo institucional y el encuentro entre culturas.

En este caso, he seleccionado algunos minutos del film que centran el interés en la relación profesor-alumno y el reconocimiento del potencial creativo del pupilo, señalando la belleza, la capacidad, el reconocimiento del grupo… y  lo aprendido, no se puede separar de quien lo enseña;  el método, no puede desligarse de la persona del profesor; cada profesor tiene un paradigma distinto respecto de la forma de transmisión del conocimiento.  

En todo alumno existe una sensación de algo que carece. Esta sensación puede posicionarle en una situación de desventaja frente a sus compañeros. Si el conocimiento es igualado inconscientemente por el poder, el tenerlo es tener algo que a otros les falta, por tanto, tener algo que se desea y se envidia. Por otro lado, la forma de introyectar ese conocimiento, es reconocer la sabiduría del profesor, pero también su falta, además de, reconocer la capacidad de transmitir la información a través de su forma de enseñanza.

En un proceso positivo de enseñanza-aprendizaje, el alumno acaba reconociendo la sabiduría del maestro y confía en que puede aprender. Aceptación del posicionamiento de ambos e identificación con el proceso de enseñanza.

Como si de nuestro debate posterior a las sesiones de cine en el Aula, podemos dejar aquí plasmadas nuestras aportaciones: refexiones, comentarios… relacionados con este simbólico AUTORRETRATO.




sábado, 1 de marzo de 2014

Speculum cabalga de nuevo.

Carlos García Requena

Director de Speculum.

 

Como dijo el poeta, Caminante son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino se hace camino al andar. Golpe a golpe, verso a verso palabra a palabra, diría yo, pues ya hace cuatro números que Speculum empezó a rodar y, desde entonces, un sinfín de experiencias han recorrido paralelas a éste devenir. Palabras enhebradas, discursos vivos y plurales se han cruzado en éste camino que paso a paso hemos ido recorriendo.  

En el presente número recojo, junto con mis compañeros Sibi Domínguez, Paqui Alcaraz, Pilar Vivo y Alberto Colomer, el testigo dejado por Enrique Cortés para continuar con esta labor de transmisión que ocupa nuestro deseo, una labor de la que, en cualquier caso, él sigue formando parte como trabajador incansable a la sombra. Somos ahora nosotros, pero antes han sido otros los que han participado en distintas partes del proceso. A todos os doy las gracias.

A mis compañeros, por las largas sesiones de trabajo y las horas de sueño robadas para dar forma a nuestra creación. Hemos trabajado mucho, pero la sonrisa que se dibuja en vuestras caras cada vez que sacamos un nuevo ejemplar al mundo hace que merezca la pena.

A nuestros colaboradores y articulistas, por regalarnos el fruto de su experiencia. Porque transmitir lo que en algún momento fue recibido, es sin duda un acto de generosidad y de amor que supone compartir y hacer de todos aquello que se conoce.  Vuestra contribución, como una huella en nuestro. espejo, es imprescindible para que podamos seguir haciendo llegar miradas diferentes a aquellos que buscan en nuestras páginas.

Gracias también a ti, estimado lector, por asomarte a Speculum y contribuir a la expansión de un espacio que ha sido concebido desde el principio como un crisol donde diferentes discursos relativos a lo grupal en general y al psicodrama en particular, puedan convivir; un lugar donde aquellos que dirigen la mirada al sujeto desde lo colectivo puedan encontrarse y hacer eco de una experiencia compartida. En eso estamos.

El número 4 de Speculum, que en realidad es el 5º, tuvo aires corporales cuando fue concebido, pero como ya sabemos que el grupo selecciona unas propuestas y desecha otras, nos hemos rendido a una evidencia clara: que nuestros colaboradores querían hablar de otras cosas. Así que éste número está salpicado con aires de diversas temáticas que se despliegan desde la teoría a la clínica, como eco o reflexión aledaña al tema de lo grupal. Es un número, de nuevo, muy experiencial, donde cada cual nos cuenta su forma de concebir y trabajar con grupos, así como sus reflexiones y estudios. Lo corporal está presente, pero quedará para otro momento el hacer de Speculum cuerpo. Queda prometido y pendiente.

Más allá de admitir que mi deseo inicial quedó frustrado, tengo que pasar a reconocer que el resultante del impulso colectivo me gusta, y mucho. Y lo hace porque, en conjunto, expresa con fuerza cómo la agrupación es una de las salidas al malestar que aqueja al sujeto, porque propone el grupo y el juego como elementos necesarios para poder mover los órdenes establecidos y generar nuevas formas de entender que sirvan para iluminar en la medida de lo posible la oscuridad de estos tiempos aciagos donde el sujeto marchita en soledad.

Sin más dilación, paso a presentarlo:

Como siempre, la sección de antecedentes abre las puertas de Speculum. En ésta ocasión lo hace de la mano de Sibi Domínguezquien nos acerca a la figura de W. R. Bion como uno de los referentes que contribuyeron a dotar los fenómenos grupales de una teoría basada en los conceptos psicoanalíticos elaborados por S. Freud y M. Klein. Es sin duda, una enriquecedora síntesis de conceptos que han servido de forma inestimable a la concepción de los grupos.

Desde el otro lado del charco, los ensayos colombianos abren la sección de teoría recogiendo un total de 5 artículos donde diferentes autores dan cuenta de aspectos relacionados con la práctica y la teórica psicodramáticaCamilo Arias encabeza la serie con su trabajo sobre la identificación en psicodrama y sobre cómo, en el “entre” grupal se produce un entre-cruzamiento de pedazos de subjetividad de cada cual que terminan por crear algo novedoso que va más allá del lo individual; algo de lo que, finalmente, se pueden servir todos.  Andrés Herrera bucea en los caminos paralelos del psicoanálisis y del psicodrama, caminos que se entretejen enriqueciéndose al precio de múltiples controversias. Pese a las reticencias de ciertos ámbitos psicoanalíticos ortodoxos que no terminan de reconocer al psicodrama (freudiano o psicoanalítico) dentro de las corrientes psicoanalíticasAndrés nos cuenta por qué ambos enfoques pueden ser complementarios pues suponen dos formas diferentes de acceso a la subjetividad. Cabe pues ir definiendo un campo teórico psicodramático de corte psicoanalítico que guíe la práctica y contemple como ejes formativos la experiencia propia, el aprendizaje de conceptos y la supervisión. Claudia Helena, concibe el proceso de formaciónpsicodramática como algo en gestación, siempre inacabado, donde más allá del saber que petrifica, un Psicodramatista debe estar abierto a lo sorpresivo que emerge constantemente como un saber inéditoDesde ahí, nos cuenta cómo, a partir de experiencias en la coordinación de grupos, tanto en España como en Colombia, y de la mano de su propio análisis, se hace preguntas sobre sí misma y sobre cómo situarse en el lugar de coordinador de grupos. Preguntas que si bien se abren desde el lugar de “supuesto saber” que del animador, terminan irremediablemente por implicarla sí misma: ¿qué lugar ocupo?

Sandra Milena nos cuenta también retales de su experiencia entretejidos en torno al acto psicodramático donde la palabra y la acción vienen a simbolizar pasajes imaginarios. En psicodramaal igual que en la creación literaria, se establece la posibilidad de materializar lo que es interno y a veces desconocido. Se trata por tanto de un acto de creación en el que el sujeto se contempla a sí mismo. Termina su escrito como en realidad empezó su idea, contándonos la historia de un personaje que renunció a mirarse en el espejo. Un sujeto cuya identidad queda suspendida y dependiente del reflejo que encuentra en el otro.

Cuando uno se encuentra en un momento de concluir, todo se precipita a la conclusión “. Así comienza Felipe Acosta un escrito que versa sobre las condiciones necesarias para que se pueda darel momento en que el sujeto concluye y precipita un acto. Un momento siempre incierto pues ningún resultado se sabe ni queda garantizado hasta que sucede. Mientras tanto, es la mirada es un primer tiempo que pone en marcha el proceso, que guía al sujeto a la hora de obtener información que le sirva para comprender y finalmente desemboque en el momento del cambio, del acto, de aquello que tiene por finalidad la conclusión de un ciclo de repetición.

Beatriz Martínez, Elisa Buendía y Enrique Cortés nos presentan en Speculum su participación en el Congreso Internacional de Intervención Psicosocial, Arte Social y Arte-terapia que se llevó a cabo en Archena (2012) bajo el título “De la creatividad al vínculo social”. En ella plantean cómo la matriz creadora se construye en los juegos de infancia y en la frondosa producción imaginativa del adolescente. Entonces, ¿por qué dejamos de jugar? Una pregunta que conecta en seguida con el malestar de la cultura.

Tras destacar cómo lo grupal (la agrupación) es una de las alternativas a ese malestar y hacernos la pregunta de ¿por qué trabajar en grupo?, los autores nos plantean cómo los principios del psicodrama podrían servir para crear un nuevo orden social. ¿Qué pasaría si pudiésemos dar voz a las pulsiones reprimidas que originan el impulso destructivo? ¿Cómo podría transformarse ese impulso en otro tipo de fuerza que estuviese orientada a construir otro tipo de orden?

Hay preguntas que no pueden responderse en solitario, hay respuestas que no pueden alcanzar el estatus de voz cuando sus sonidos están disgregados. L´union fait la force, o dicho de otra manera, la agrupación trasciende las posibilidades del sujeto.

En éste mismo sentido de cómo la colectividad permite alcanzar otros registrosSergé Gaude noshabla del efecto de apertura de la escena privada al espacio público, un movimiento donde lo secretocambia de estatus y puede ser revelado. Si en el psicodrama el yo auxiliar será el otro de la escena, el público cumplirá función de tercero en la relación. Al representar, lo propio produce resonancia en la colectividad que asiste y participa en la presentificación de la escena y gracias a ello, que el sujeto puede conocer de sí otras versiones. Se trata entonces de un intercambio entre lo interno y lo externo,entre lo privado y lo público, tal y como Serge titula su escrito. Un intercambio donde las estructuras cristalizadas pueden quedar jaqueadas por los reflejos colectivos.

En éste número, yo mismo he decidido hablar del fenómeno de la transferencia y de cómo se despliega de diferente manera en los encuadres grupal e individual. Desfiladeros de lo imposible habla de un amor caducado que busca ser reeditado constantemente en la relación con el otro, repitiendo una y otra vez la misma intención de restañar lo fracasado. Partiendo del concepto en sí, iremos desgranando algunos mitos y arribando poco a poco a cómo se juega, concretamente en psicodrama, el desplegamiento de lo transferencial.

Como comienzo de la sección clínicaEnrique Cortés nos habla del cuerpo. Un cuerpo que se construye, pues no se nace con él. El cuerpo-carne (lo biológico) nos es dado, pero el yo corporal se va construyendo a medida que la historia del sujeto lo va envolviendo de imágenes de significados. El cuerpo está habitado por personajes, por discursos provenientes del otro que se han quedado pegados como parte de la identidad; pero al mismo tiempo alienan al sujeto. Tras un recorrido por el desarrollo de esa construcción donde lo biológico es subjetivado, Enrique nos habla del valor que tiene lo corporal en el encuadre terapéutico y cómo es posible desplegarlo. Los destinos del cuerpo no son anecdóticos, por eso depende de nuestra capacidad y calidad de escucha poder revertir algunos de sus designiosNos habla también del síntoma como el goce encapsulado, de manera que gracias al trabajo psicoterapéutico (en nuestro caso psicodramático), ese goce encapsulado se puede llegar a la palabra, quedando desplazado del campo de lo perdido, al campo de lo posible: el deseo.

También del cuerpo y su imagen nos habla Elina Matoso, quien se vale precisamente del trabajo con máscaras como dispositivo de interrogación sobre la identidad. La máscara permite el desplegamiento de lo silenciado, ofrece la posibilidad de atravesar la dualidad, la ambigüedad, la pérdida de la unidad de sentido y el desenmascaramiento de certezas que sólo vienen al lugar del engaño. Elina se plantea preguntas que a lo largo de años de trabajo ha ido tratando de responderse: ¿es posible vivir sin máscaras?, ¿es el cuerpo un territorio que está poblado de ellas?, ¿hay una máscara grupal?

Todos sabemos que existe también una “palabra máscara”, una palabra vacía que más que a desvelar, está destinada a velar la verdad o a esquivarla. Con un aporte fresco y humorísticoAlberto Colomernos lleva a la cuestión de cómo, a través del psicodrama ha podido comprender ciertos conceptos psicoanalíticos. Uno de los míos es, en cierta manera una demanda, un llamamiento donde se invita a los sesudos psicoanalistas a que dejen el discurso endogámico para ofrecer al mundo una versión más accesible y menos contradictoria donde los ejemplos sustituyan a los giros onanistas de la palabra. “Los psicoanalistas no escriben, sueñan. Si el sueño tiene que ver con la realización de un deseo insatisfecho,… los psicoanalistas tienen multitud de deseos insatisfechos que se empeñan en sublimar una y otra vez a través de sus escritos”.

Como el sueño, el inconsciente no tiene tiempo. Está suspendido y se pliega. Ana Guardiola nos regala una reflexión sobre el tiempo en el psicodrama, donde experiencias pasadas y presentes se entrecruzan en el vértice del afecto. Nos habla de cómo en la sesión psicodramática, el tiempo corre de otra manera y el encuadre grupal precipita los momentos para ver, comprender y resolver, adquiriendo otro ritmo. Un ritmo lógico, que no cronológico.

Y sin embargo, aunque sea relativo, el tiempo no deja de pasar… y lo ausente crea el recuerdo…recuerdos…

Carta para Aliou es uno de esos que te hacen sentir bien. Es un guiño que viene a recordarnos cómo la intervención social puede realizarse desde enfoques creativos y flexibles, cómo a partir de un elemento común puede crearse una matriz grupal que sirva a los sujetos para elaborar sus propias experiencias. Paqui Alcaraz escribe a Aliou y en sus letras revive por un momento las huellas de una experiencia compartida que quedó en el corazón de todos. Una experiencia de integración en la que jóvenes inmigrantes pudieron hacer un alto en su camino para poder despedirse de aquello que dejaban atrás. La carta es en realidad la muestra de un viaje, algunas veces de ida y vuelta, pero como todos sabemos, tras los viajes, uno nunca vuelve de la misma manera ni al mismo lugar.  

También Elisa Buendía nos habla de su experiencia grupal y nos cuenta cómo la palabra puede realizar aperturas allí donde el fármaco coagula y anula al síntoma. “La palabra como medicina” nos cuenta la experiencia con un grupo de mujeres híper-frecuentadoras de servicios de salud mental donde pudo comprobarse cómo la palabra tiene un efecto sobre el sujeto. Pero como ella misma señala, “para poder hablar, tiene que haber otro que escuche”. Felicito a Elisa por el atrevimiento a plantear un discurso alternativo, por la motivación necesaria para llevarlo a cabo y el deseo de sentarse a escuchar. La animo desde aquí a seguir creando espacios donde personas se puedan encontrar con personas, espacios donde la palabra y la escucha sirvan para tejer lazos entre personas. Porque el vínculo es lo curativo (“Never walk alone”).

Y hablando de escucha… Teresa Hermida nos hace una lectura entre líneas del discurso de poeta Caballero Roldán, desdoblando el sentido de las palabras y acercándolas a su experiencia con el psicodrama freudiano. Lo que ella escribe como fruto de una fantasía es un ejemplo de cómo la escucha puede llevarnos a sentidos diversos. “La palabra es un antídoto contra los desahucios de la razónEn cualquier caso, una hermosa fantasía que abre la sección de ecos.

En psicodrama, los ecos suceden a la representación. Se trata del momento en que el efecto resonante se propaga y los inconscientes vibran dejando a su paso nuevos significantes.

También se produce eco cuando lo comprendido tiene el poder de ser exportado a otras situaciones cotidianas. Cuando lo vivido como cambio interno puede desplegarse externamente produciendo nuevos ordenes. Es precisamente eso lo que se pone en juego en el siguiente artículo.

La experiencia con grupos de humanos que nos regala Paqui García es el curso de dos ríos paralelos que se entrecruzan en la danza amorosa de la transformación. Un torrente que se despliega a partir de las preguntas generadas por el juego psicodramático; preguntas que vienen a evitar que la puerta se cierre de nuevo y suspenden a Paqui en la pista de las armonías tramposas: ¿Para qué me empeño en seguir aquí?  Ese giro en la mirada, hacia sí misma, le permite responder a la pregunta en torno a su deseo: el deseo de ocupar el lugar del coordinador. Y desde ahí comienza la aventura de ¿cómo ocupar ese lugar? Vivirlo bien implica un reencuentro con la falta. Hasta aquí puedo leer…

Alrededores es un espacio que abre Cesar Cerón al hablar de la fotografía como herramienta terapéutica. Como él mismo dice, Una fotografía es una evidencia de que algo existió. Un instante en suspenso… un mensaje del inconsciente”. La fotografía hace visibles aquellos aspectos que los sujetos no podemos ver de ordinario. Aunque en realidad se trate de un objeto mudo, cuando observamos una imagen, le asignamos un significado subjetivo por efecto de resonancia, completando la información que falta con la propia. En esa capacidad que la imagen ofrece como receptáculo de la subjetividad proyectada del sujeto es donde la fototerapia se edifica como un medio de comunicación, expresión y reflexión que conecta bidireccionalmente lo interno y lo externo del sujeto.  

No quiero dejar de mencionar que gracias a Pilar Vivo, Edgar Mendoza y Mikel Muñoz Gotxon, nuestra revista cobra vida en imágenes. Y lo hace de una manera bella, con ese sello que tienen los grandes artistas para captar la esencia de las cosas. Las obras que salpican las páginas de Speculum son un regalo para nosotros porque conocemos quienes las construyeron, porque sabemos qué valor tienen. Es por eso que desde aquí, animamos a nuestros lectores a acercarse a éstos autores para descubrir sus creaciones. Edgar, Pilar, Mikel… esperamos seguir contando con vuestrascolaboraciones durante mucho tiempo. Muchas gracias.

Como siempre, cerramos el número con reseñas de interesantes libros, con un recordatorio de los eventos futuros relacionados con el psicodrama y los grupos, y con un índice temático que nos servirá para movernos con más soltura dentro de la obra.

Querido lector, sin otro particular que abrirte las puertas de éste nuevo número de Speculum, sólo me queda desearte una grata lectura: ¡Bon appétit!

Carlos García Requena.

lunes, 17 de febrero de 2014

Con muy mal ARTE y poca TERAPIA

Por Enrique Cortes. Psicodramatista. Psicoanalista. 


La Envidia (el peor de los pecados)

 

“…la del niño que no habla todavía, mirando a su hermano colgado del seno de su madre, mirándole”.J.Lacan; Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis

Quien tiene envidia pone gran trabajo en impedir que se manifieste, cosa que trae consigo grandes molestias corporales…” Castilla del Pino; Teoría de los sentimientos

“Y de todos los vicios, ninguno ataca tanto la felicidad de los hombres, porque no satisfechos de afligirse a sí mismos, los envidiosos perturban el placer de los otros” Descartes; Las pasiones del alma.

                                                         

Desde Freud, la envidia es básicamente la envidia de pene y como tal organizador de la sexualidad femenina, en el contexto del Complejo de castración y del Complejo de Edipo. En Lacan, en cambio, la envidia de pene la refiere al estatuto imaginario, La envidia quedará referida a la agresividad constituyente.

Seguiré la línea de la identificación y el narcisismo.

Un tipo va por ahí, viviendo y tratando de ser, no obstante es que la envidia es un padecimiento del ser, y de pronto ¡zas!: ve a la envidia. Es decir ve fuera de , algo en el otro deseable; algo que no debería estar allí, en el otro. Entonces cuestiona su valía, su ser en el mundo.

Rápidamente hace un cálculo de destrucción del otro por el que se siente desposeído. A él le corresponden los derechos, todos, y desde luego no se ajusta a la ley.

“Allí donde el otro está, yo debería estar, teniendo lo que el otro tiene…”

Ya Freud va a vincular el narcisismo con la envidia, renuncia que la socialización hace inevitable; pero también sabemos por Freud que la líbido no termina por abandonar nunca ese lugar de satisfacción y que el reducto de omnipotencia seguirá allí, más o menos reprimido.

El obstáculo es que en tanto que la envidia es difícil de esconder, el narcisismo camina siempre en riesgo de ser atravesado por la vergüenza del no ocultamiento, y además es un pecado bastante rechazado y detestable. De otros pecados, incluso uno puede jactarse; por ejemplo de los celos por amar en exceso, pero de la envidia no.

Aristóteles, en la Retórica, platea las condiciones para ser envidiado: “Se sentirá envidia de quienes son nuestros iguales o así aparecen…”

Si volvemos  a Freud, él va a plantearlo en términos de amor; Freud plantea las condiciones para amar, los requisitos que hacen que el objeto amoroso sea elegido si y solo si los reúne.

Entonces de igual manera que no se ama a cualquiera, tampoco se envidia a cualquiera.

Así pues Narcisismo e Identificación, intentan emparejarse; pero ser como el otro no es ser el otro; por mucho que se empeñe; ¿la salida es pues destruirlo?

¿Cuál sería la salida más allá del asesinato del otro?

Freud es tajante; o los síntomas o la vía de la sublimación. La sublimación, la creación, podría ser una buena vía pacificadora y de aminoración agresiva (para este tema lesrecomiendo la respuesta de Freud a Einstein sobre el porqué de la guerra). Nosotros sabemos que esta sociedad nos lleva a usar la envidia como instrumento de producción; que estamos inmersos en un mercado productor de envidia, que nos empuja a producir sin frenos.

Tan solo volver a recordar a Freud, cuando en el malestar de la cultura dice “… el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infringirle dolores, martirizarlo y asesinarlo”

 

Termino con una fábula de Oscar Wilde, en donde se habla de la envidia: el diablo encarga a sus demonios que hagan caer en la tentación de la envidia a un ermitaño, del cual se decía que era muy santo. Estos lo intentan con hermosas mujeres, con los más refinados manjares, con cuantiosas fortunas etc… pero el santo hombre no se aparta de sus devociones.

El diablo enfadado toma las riendas y dirigiéndose al ermitaño, le digo al oído: “tu hermano ha sido nombrado obispo de Alejandría”. De inmediato una mueca furiosa de envidia asomó en su rostro.

¿Qué salida nos queda a los que padecemos las envidias de los otros; aquellos que van caminando con mala ARTE y poca TERAPIA? Sigamos nuestro camino y alejémonos; creemos y construyamos allí donde se nos permite, allí donde la tierra es fértil y no olvidemos que en un principio fuimos nómadas; así siempre estaremos preparados parareiniciar la marcha.

domingo, 26 de enero de 2014

Yo tengo razón, tu estas equivocado.

Por Enrique Cortes. Psicoanalista. Psicodramatista.

 

El título de este artículo lo saqué de otro que leí en el País Semanal este fin de semana; por lo tanto es copiado.

El auténtico, empezaba diciendo que la mayoría de nosotros creemos que podemos cambiar lo que los demás piensan y que es por esta razón que nos pasamos demasiado tiempo en la vida dándole vueltas a “qué opinan los demás de nosotros”.

Es decir, que nos empeñamos en decir que los demás deberían pensar de diferente manera y que esta es una de las causas de que la humanidad ande siempre a la gresca.

Y esto para qué, sencilla y llanamente para no cuestionarnos a nosotros mismos y eso que imponer nuestras razones en demasiadas ocasiones nos cuesta caro.

Desde nuestro nacimiento hemos ido acumulando opiniones, creencias... que pasan a conformar nuestra identidad y en tanto que alguien nos la cuestiona es que lo sentimos como un ataque hacia nosotros mismos.

El artículo, original, decía que no era sensato confundir lo que pensamos con lo que somos.

“Tener opiniones es normal, también tener gustos y preferencias… pero que estas ideas y predilecciones le tengan a uno cautivo o secuestrado es una trampa”.

La pregunta a cómo liberarse del apego a las creencias, no es el problema real, sino la identificación.

A mi modo de ver una buena razón para empezar un análisis es cundo uno se siente amenazado en su identidad; ya que uno suele pensar que el análisis lereforzará en sus identificaciones. Pero en realidad pasa casi lo contrario. Cuando el sujeto se pasa mucho tiempo contando su historia y en revisar su pasado, ello le lleva a verse de otro modo y por lo tanto a analizar sus identificaciones.

Y es que la imagen que uno tiene de sí mismo es ante todo un señuelo que le pone al abrigo de su ser íntimo.

Lo que le acarrea por un lado, que sus pensamientos más íntimos sean descubiertos y por el otro, que los demás no le reconozcan como un semejante, un igual.

Este señuelo, que digámos es imprescindible, se construye atendiendo a dos ejes: uno imaginario y otro simbólico.

En el eje imaginario, el yo se mira y se toma, a si mismo, por la imagen del semejante, del otro.

En el eje simbólico, el sujeto recibe las marcas del reconocimiento del Otro bajo la forma de un significante ideal al que él tiene que conformarse para ser amado.

Es decir, necesitamos, en un principio identificarnos no solo a una imagen sino también a un significante

POR LO TANTO: la identidad del sujeto procede del otro, del otro imaginario y del Otro simbólico. Con esa identidad, el individuo se siente ser alguien.

Pero como decía, no está nada mal que uno vaya perdiendo sus marcas, que se vaya particularizando; aunque demasiadas veces se paga el precio del rechazo social.

Como dice Lacan en su seminario “la identificación”, hay que diferenciar la unidad que unifica de la unidad que diferencia; dicho de otro modo, el rasgoidentificatorio (rasgo unario) es algo que particulariza y no solamente algo que agrupa.

Si bien hablaba de un buen comienzo para analizarse, podemos decir que el final del análisis se caracteriza por un cierto reconocimiento de  mismo, donde el analizante deja de pelear por el reconocimiento de sus pequeñas diferencias; pero no nos engañemos si bien en un principio, pongamos por ejemplo a la entrada en la guardería, hay angustia y no solo de separación sino de sentir la perdida de ser el único ahí donde sus marcas no valen; luego en la etapa adulta y por mucho que escuchemos gritar: “viva las diferencias”; hay un resorte que nos empuja a volver de nuevo precisamente a ese punto de lo idéntico.

Yo propongo dos salidas que deben ir juntas; por un lado ir descifrando las identificaciones, que el sujeto vaya viendo cual es el peso de ellas en su historia particular y la otra es escuchar y aceptar las ideas del los  otros (aceptarlas no significa adoptarlas ni validarlas).