Aula de psicodrama

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miércoles, 1 de enero de 2014

El poder de las palabras.

Por Elisa Buendía. miembro del Aula de Psicodrama.

Durante las fiestas navideñas, la familia suele reunirse y lo más común es que sea alrededor de una mesa. Si los miembros de ese conjunto no están mirando el reloj, apresurándose para escapar de tan arduo compromiso, entonces las sobremesas, suelen dar para mucho. Es en una de estas, donde recién desabrochado el botón del pantalón para poder seguir saboreando los deliciosos cordiales y polvorones de la señora Lola, alguien me llena la copa de burbujas que suben chisporroteando, varios teléfonos móviles vibran, tintinean, llamando la atención de sus amos, aunque, realmente parece al revés…se suscita una conversación acerca de si poner o no fotos personales en tu perfil de whatsapp. 
Unos defienden que por qué no, otros dan razones de las fotos que han elegido, otros comentan las de otras personas, están los que dicen que mejor poner algo más impersonal, pues a ese contenido accede todo aquel que tenga tu teléfono…opiniones como colores…hasta que mi cuñado dijo, mientras hablaba otra persona, en voz baja, como un comentario que se hace sin esperar que nadie te escuche... “es peligroso”, con sobriedad…era perceptible como casi todos los que estábamos en esa habitación, al menos al alcance de mi radio de visión, hicimos un movimiento con nuestra cabeza hacia él. Quien hablaba se cayó, y un portavoz espontáneo preguntó lo que pienso que rondaba en muchas cabezas.  ¿Peligroso? ¿por qué?, a lo que con cara de guasón, mi cuñado, que se divertía mirándonos mientras descorchaba otra botella, dijo:
- no, no creo que sea peligroso, pero habéis mirado todos. Es que algunas palabras tienen mucho poder y “peligroso” es una de ellas. Imagínate si digo “sexo”... o “sexo peligroso”. Las sonrisas descubrían algo en lo que se parecía estar de acuerdo. A mí me hacía pensar en ese poder que tienen algunas palabras, que no son solo palabras, pues como significantes nos remiten a otros significantes  que se transforman en imágenes impresas en nuestro interior, en nuestro inconsciente. Me preguntaba a dónde nos llevaría a cada uno de los que estábamos allí el significante “peligroso”, seguramente serían escenas muy diferentes; aunque existe algo común, porque esa palabra evoca un riesgo, una ocasión de que ocurra algún daño o mal. Desentierra un instinto tan antiguo como el ser humano, la supervivencia, el protegerse de lo que entraña peligro, preservar la vida…aunque también hay quién encuentra excitación en el polo opuesto…jugar con los límites. "Peligroso" es una palabra que llama la atención, como si alguien dijera en un tono exaltado "¡fuego!"; la imagen a la que nos podría remitir hace saltar la alarma corporal ante un supuesto peligro. 
Es también interesante observar cómo las palabras van unidas a quien las dice. Pueden provocar imágenes muy diferentes, dependiendo de cómo las dice, en qué tono y vibración. No es lo mismo si mi cuñado, un señor de una cultura ilustrada, dice que algo es peligroso, que si lo dijera mi sobrino de catorce años; aunque pienso que también dirigiría mi atención hacia él, pues un factor que me parece también observable es quien escucha, es decir, la resonancia que esa palabra o significante va a tener en una persona diferente a otra. Es obvio que la imagen que despertará en mí será diferente, si escucho “peligroso” de la boca de un niño pequeño, de un presentador de circo, de un adiestrador de perros, de un locutor de radio, de un médico. Aún manteniendo la palabra el mismo significado en todas las ocasiones, posee una polisemia en cuanto a significados emocionales. ¿Son las palabras, o es el recuerdo emocional incrustado más allá de la carne, lo que me hace despertar ante el sonido de unos fonemas? ¿los significantes adquieren mayor importancia dependiendo de la que le demos a su emisor? Cuántas veces recordamos la sensación corporal, como si de una imagen se tratara ante lo que nos dijo alguien en la infancia, aunque no recordemos con exactitud las palabras. Parece que hubiera significantes que hilvanan el tejido de nuestra historia, y significantes, que podrían entrelazar un tejido global ante los que casi todos, pues siempre habrá sus excepciones, giraríamos la cabeza penetrados por el sonido de unas palabras que aciertan en una diana. Como llevar la atención, girar la cabeza ante el tintineo del móvil, deseosos de encontrar nuevos significantes de algún otro.

4 comentarios:

  1. Efectivamente no da igual de donde vengan las palabras... pero precisamente por el imaginario del receptor.
    Como diria Lacan; hablamos para descomunicarnos

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  2. Parece bueno ·escuchar· en esas cenas familiares donde, en la mayoría de los casos, no esperamos encontrar nada nuevo. Hablar puede ser un acto solitario, para escuchar hace falta alguien más

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