Aula de psicodrama

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domingo, 18 de mayo de 2014

De nuevo Millás...

Por Enrique Cortes Pérez. Psicoanalista. Psicodramatista.


Juan José Millas nos vuelve a sorprender, o ya no, con su última novela: “La mujer loca”; una historia en la que se tendrá que decidir entre qué es verdadero y qué es falso.

 

Estando preparado para escribir algo sobre esta novela, me encuentro con la crítica que Ana Rodríguez Fisher le hace; y mejor imposible, así que ahí va.-

 

En este nuevo asedio a lo "real" que despliega en la mujer loca, Millas ha optado por abrir la novela con la historia de Julia, joven que trabaja en una pescadería y vive de inquilina en la casa de Serafín y Emérita -enferma terminal-, adonde el narrador -otro Millas- acude para hacer un reportaje sobre la eutanasia, invirtiendo así el orden natural o cronológico de los sucesos, pues el narrador de inmediato siente que algo de lo que le  ocurre a esa joven le atañe misteriosamente a él.

Dada la peculiar relación que Julia mantiene con el lenguaje-alucinaciones verbales, facilidad para deslizarse de un asunto a otro, exactitud en la reproducción de los diálogos ajenos..."Escucharla era como asistir a un discurrir de conciencia, a una sucesión de monólogos encadenados", se nos dice-, esta peculiaridad marca la conducta y la personalidad de la joven, que siempre parece salirse de lo establecido, y cuya rara fealdad y asimetría física sugiere una "asimetría mental": una especie de zurcido, algún tipo de agujero abierto en el yo. Por eso es un acierto abrir la novela con una serie de secuencias en las que a Julia se le presentan frases con patologías humanas (físicas y mentales), trastocando así los parámetros de "lo real" , violando las lindes que separan los dos ámbitos ( que  en parte vienen propiciadas por el mismo lenguaje), y haciendo aflorar el absurdo o el sinsentido ya perfectamente normalizados. Y es un acierto porque este rasgo es el cañamazo que cohesiona y sustenta las diversas historias que brillan y confluyen en esta novela poliédrica y fronteriza a otros géneros en la que la dualidad, el desdoblamiento, las parejas de opósitos tensan y alientan el engranaje de una ficción que también se confía al juego del azar, con inquietantes retornos del pasado al presente.

Todo tiene su haz y su envés. Y si Emérita oculta un revolver que antes de morir le entrega a Millas confiándole la historia de donde procede el arma, en su conquista del silencio a través de la meditación -porque "el silencio es el único fenómeno de este mundo que carece de gramática-, Serafín también oculta sus propios sentimientos. Y también dos Millas o incluso tres, Millas, que acude a terapia psicoanalítica o que redacta las páginas de un Diario de la vejez. Por todo ello, no es fácil averiguar cuál es el sustrato de "lo real", ya que a veces este nos parece más falso que lo imaginario.

El "copia y pega" permanente que es el mundo, atañe al novelistaque se pregunta: "¿la ficción, siendo la metadona de la realidad, acaba resultando mejor que la heroína?”.

En definitiva una novela en la que Millas rinde homenaje "a las Julias que le hicieron sospechar del lenguaje, del lenguaje que parecía su salvación..."

Buen provecho

Enrique Cortés

 

 


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